Desamor y otros placeres

Desamor y otros placeres

Cuando un abogado especializado en Derecho de Familia quiera darles un consejo gratis sobre el desamor y otros placeres, estén o no Uds en una situación de crisis, deberían leerlo. Es posible que, tras escucharle, quieran seguir igualmente su lucha y le contraten, pero también es posible que se levanten de la silla antes de ver cómo acaba la historia como en aquella maravillosa, dolorosa, realista y divertida película de “La Guerra de los Rose”.

Desamor y otros placeres.

Por Javier Beltrán-Domenech.

No hay juego más cruel que el amor y no hay dolor mas azufrado que el desamor. Sólo el amor puede doler tanto. Ríase de un dolor de muelas a su lado. Si te enamoras, en un momento u otro del punto A al punto B siempre se sufre. Vuelves a jugar, porque quieres ganar, pero vuelves a perder y vuelves a sufrir. Bien pudiera ser que en esto consiste la vida, que realmente estemos avocados a sufrir, o a amar, y que sólo unos pocos conozcan el placer de no haber amado o el dolor de no haber sufrido.

Lo explica muy bien Woody Allen en su comedia-parodia “La última noche de Boris Grushenko” dentro de una conversación entre dos mujeres que, realmente, no tiene desperdicio: “Amar es sufrir. Para evitar el sufrimiento no se debe amar. Pero entonces se sufre de falta de amor. Por tanto, amar es sufrir… No amar es sufrir… Sufrir es sufrir… Ser feliz es amar… Ser feliz, entonces, es sufrir… pero sufrir te hace infeliz. Por tanto, para ser infeliz se debe amar o amar para sufrir, o sufrir de demasiada felicidad… ¡espero que lo estés entendiendo!”.

Desamor y otros placeres

Pero vamos a enfocarnos en cómo evitar que una ruptura destroce todo lo que toque y cómo bajarse en la penúltima estación y no hacerse daño. En este caso, usaré los ejemplos de los libros de Barbara y Allan Pease y añadiré nombre propios para este consejo.

Cuando Jorge y Ana se conocieron el tiempo se detuvo para ellos pero transcurría a toda velocidad para los demás. Los días sucedían a la noches tan rápido que se daban las buenas noches hasta el amanecer. Se dejaban los dedos y la voz en el teléfono. Las luces en los ojos, la música en los oídos. Les invadía el sueño y casi no comían. Gastaban el tiempo de otros, el suyo propio y pedían prestado más a plazo al Demonio sin saberlo. El ser amado lo era todo y ni las distancias ni los impedimentos de edad, sexo, religión, color o económicos suponían un problema…

Hasta que un día, ese increíble día, ese maldito y terrible día, lo fueron todos a la vez o sólo uno en particular. Las conversaciones incómodas que llegaron de pronto y que no sabían que no habían tenido nunca, los desplantes provocados por terceros (quizá niños que tuvieron y que luego les separaron), las hipotecas que no acababan, ese coche que no debieron comprar y esa casa que no podían pagar les arruinó la vida. Se cruzaron por su vida otras personas, unas hicieron mella y otras no. Las confusiones y malentendidos dieron por tierra todo el trabajo de lo que habían creado y, ahora, por separado, se encontraban en sendos Despachos de abogados de divorcios por inercia. Él buscando consejo bastante perdido sin escuchar y ella llevándole ya los documentos precisos y ordenados para iniciar el trámite.

Desamor y otros placeres
Desamor y otros placeres

Pero ¿qué pasó? ¿qué había pasado? Pues que los dos se olvidaron de ese principio, de ese inicio, y decidieron pararse en la estación final del dolor del desamor. Ana y Jorge no sabían cómo pasaron de horas y días hablando sin hablar a no comunicarse hablando. De manitas, ojitos y pasión desenfrenada pasaron a no tocarse… de besarse en la boca pasaron a hacerlo en la frente y luego, sin quererlo nadie, la pasión dijo adiós y no había ni besos ni roces en el pasillo. Bueno, pues esto pasa más de lo que se puede imaginar.

Desamor y otros placeres

¿Cuándo se pasa del amor al desamor? ¿Y del desamor al odio? ¿Porqué se quiere hacer daño al ser amado cuando se ha ido el amor? ¿es preciso demandarse? ¿es un requisito que se digan lindezas que, recordando el pasado, causan estupor y vergüenza ajena? Y la generosidad… ¿dónde se ha ido? ¿Nunca estuvo o no se acuerdan de lo que hicieron juntos y cómo se ayudaron antes de acabar tan mal? ¿Se podía evitar el conflicto judicial pese al desamor?. Los abogados no somos psicólogos licenciados, pero tenemos un posible Master de escucha activa pero …¿puede un buen abogado hacerles recordar y, si sigue adelante, saber cómo lograr un mutuo acuerdo sin hacerse más daño?

Y he aquí, sin más, mi consejo: cuando las cosas pintan mal hay que saber bajarse, si hay que bajarse, en la penúltima estación. Les parecerá surrealista, les parecerá raro y les parecerá incluso cursi pero, créanme, cerrar los ojos y volver a esos buenos tiempo (les traerá un leve placer ese desamor) pensando en el daño que se le está causando a la persona que en su día más se quiso…simplemente por haber cambiado o por no haber sido lo que se esperaba, es una buena idea. No toque fondo. En una crisis matrimonial luche lo que Ud considere, pero no espere al insulto o a la situación insostenible. La penúltima estación no es abandonar el barco, sino ser inteligente y saber guardar un buen sabor de boca máxime cuando ha habido señales claras y toques de atención relevantes previos.

Y del resto, posiblemente, ya se encarga un buen abogado. Desamor y otros placeres, o amor y otros sufrimientos.

  www.javierbeltranabogados.com

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Javier Beltrán-Domenech
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