Todo es mentira

Una de las cosas “buenas” de hacerte mayor es que, para bien o para mal, te haces más instruido. Si has sido mínimamente inteligente, no listo, que no es lo mismo, y te has ido adaptando a estar arriba o abajo, bien y mal, y adquirido experiencia, tu mente se abre y ves que todo es mentira. Absolutamente todo.

Todo es mentira.

Por Javier Beltrán-Domenech

Javier Beltrán-Domenech
Javier Beltrán-Domenech

Durante los dos últimos años, y de una forma exponencial, el acoso de los gobiernos europeos a las libertades que teníamos no hace mucho (expresión en todos sus sentidos, igualdad, sexo, economía…) es de tal calibre que cuesta mucho entender cómo hay gente que se siente aún cómoda confinada (https://www.javierbeltranabogados.com/2020/06/14/grita-libertad/ ) en su casa, disfrutando de ese mal común de la pandemia, y no estamos en la calle como en la revolución francesa de julio de 1789 (tema impuestos, sí…) El gobierno lo llama protección, la quieras o no.

Todo es mentira.

Precisamente, nos recortan vida y los impuestos nos machacan de tal forma que, como en Francia en ese año, comenzamos a observar cómo la extensa y eterna clase media se ha ido al “carajo” de lejos y la promesa de una vida con dos hipotecas, cochecito, vacaciones en agosto y smartphone es realmente una trola. Todo es mentira. El sistema impositivo lo es para mantener, entre muchos otros, un ritmo de gasto de una estructura política (todos partidos) que, hay que decirlo, nada produce. El gobierno lo llama economía moderada, la quieras o no.

Las cuestiones de igualdad, de sexo, género, lenguaje inclusivo y demás sobre las que tanto se ha publicado legislativamente los dos últimos años realmente ya estaban resueltas en textos legales anteriores (¿nadie ha leído la Constitución?), pero sin aplicarse, y lo único que han provocado, en este mundo virtual, es que instinto y leyes se parten la cara. Para controlar a los más jóvenes las series de televisión, sobre todo las históricas, muestren personajes desestructurados que no podían serlo en esa época (https://www.javierbeltranabogados.com/2020/11/07/bond-mery-bond/ ) No digo yo que eso no ayude a las nuevas generaciones, pero no es real y todo es mentira. Para bien o para mal, la historia es la que fue, le duela a quien le duela, y no estudiarla condena a repetirla. El gobierno lo llama integración, la quieras o no.

En cuanto a su efecto, de nada han servido y todo ha ido a peor. Nunca hemos tenido tanta desigualdad como ahora. La web (https://www.poderjudicial.es) publica hace poco que: “El número de denuncias por violencia de género subió en la Comunidad Valenciana un 22,2% en relación a registradas en el mismo periodo de 2021… evolución al alza de las órdenes de protección adoptadas por los juzgados, 1.247, un 21% más que las 1.031 acordadas entre abril y junio del pasado año.” Es normal, por tanto, que en este estado policial y de locura colectiva, aumenten las denuncias presentadas por familiares, servicios asistenciales y terceros en general, hasta un tremendo 358,1%. Cuídese el de sexo masculino de llevar a su mujer a urgencias si ésta ha tenido un accidente doméstico, y se lo digo en serio.

Todo es mentira.

Por otro lado, somos en una pantalla más altos, más guapos y más musculados. También somos más cultos y publicamos frases de otros. Sometidos a la brutal y salvaje letra del reguetón (me niego a creer que esto se derivara del reggae) y adictos al cuerpo con abdominales, a los filtros de rejuvenecimiento, al ácido hialurónico, al botox y al pelo injertado, logramos más labios, más pelo, más glúteos, más pectorales pero… ay de tí si no pides consentimiento previo y continuado para la coyunda y el fornicio. Animales y humanos ahora son los mismos seres sintientes. El gobierno lo llama igualdad, la quieras o no, y un Juzgado de Violencia sobre la Mujer se lo recordará a algún hombre que me esté leyendo esto algún día y que hoy sólo es un presunto inocente.

Todo es mentira
Todo es mentira

Pese a lo anterior, no hay nada de buen rollo. La división de todo en dos partes, el odio visceral y la rabia es mucho más que hace sólo un lustro y nada tiene que ver con la sana competitividad de dos equipos de fútbol. El respeto no existe. Fuera de las hostiles redes sociales donde todo es mentira acudes a un debate no a escuchar ideas, sino a escuchar insultos camuflados que el ponente, ojo al dato, se ha preparado ya de antemano y no desarrolla in situ porque, perfectamente, sabe por dónde le van a atizar. Adrenalina pura.

El gobierno sabe que todo es mentira. Nuestro Presidente rueda una serie para una plataforma de TV y concede a los recién llegados mayores de edad y a las urnas bonos para videojuegos y teatros. Consumimos series de violencia, asesinatos, muertes y salvajismo que, cuando baja el nivel, marcamos como “no me gusta”. Nos acercamos más al malo que al bueno y a los que nos roban millones dentro de una casa de papel les convertimos en héroes. El psicópata asesino nos fascina. Nuestro síndrome de abstinencia (el mono coloquialmente hablando) nos sorprende luego deprimiéndonos cuando dejamos de consumir series, TV, redes sociales que nos alimentan y sobrecargan como pienso para animales (más plataformas, más material, más intensidad). Revisamos el teléfono para saber si hemos gustado a alguien sin necesidad alguna.

Todo es mentira.

Ah, se me olvidaba… La Justicia se colapsa y, como lo nunca visto antes, los políticos quieren controlar a los casi 5000 jueces que hay en España con la “elegante pasividad” de éstos. Si colocan a los de su ideología sus (decretos) leyes “salen bien”. Si no, parece que el Constitucional las tumba (como todas las que está derrocando desde hace dos años) La máquina de hacer dinero no imprime para crear Juzgados y formar jueces y funcionarios, sino para sus futuros votantes que recibirán un dinerito para continuar mirando unas pantallas donde todo es mentira.

Javier Beltrán-Domenech

Javier Beltrán-Domenech
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