El premio planeta de este año, y sus seis ceros de euros, se lo lleva #CarmenMola. Es una escritora que, hace sólo meses, era sin duda alguna “una mujer, residente en Madrid, que jamás ha dejado ver su rostro y defiende su anonimato con uñas y dientes.” La ventaja de usar seudónimo.
La ventaja de usar seudónimo
La “autora”, que nunca había facilitado fotografías (a sus seguidores sus novelas les parecen adictivas y, con ello, sin conocerla, imagino que más misteriosas) se pone cara cuando nos comunican en la TV que no es mujer ni hombre: son tres hombres. Son guionistas, no son ciertamente guapos (perdonen la frívola licencia) y son los que firman estos superventas.
La ventaja de usar seudónimo
Y escribo esto por la parte jurídica que me toca: una personita de menos de 25 años me ha preguntado, un poco engañada, si esto era una “estafa, una usurpación de personalidad o una suplantación de personalidad”. Y zas, si bien la respuesta es clara, y voy a dársela, un tema que sólo me había sacado una sonrisa viendo la TV, me ha interesado mucho por ver que lío se había montado. En primer lugar, y por deformación, he buscado en internet y encontrado a dos “Carmen Mola” en #Linkedin, pero pocas mas en facebook u otras redes. Se ve que los tipos buscaron bien el nombre y no hicieron como los del grupo “Carolina Durante” con su compañera de Colegio. Haberlas, Carmenes Molas, haylas y no habían dicho nada.
La ventaja de usar seudónimo.
Las lectoras han tomado las redes. Pero ellos, con un millón en el bolsillo, se defienden y les cito: “Habrá gente que no le guste y habrá otra a la que ahora podemos acceder. Tuvimos claro desde el primer momento al no hacer promoción de nuestros libros que lo que defendía a Carmen Mola eran las novelas. Aquí hay unas novelas, léelas y, si te gustan, te da igual el autor. Carmen Mola lo decía en una entrevista, qué más te da que sea una mujer joven o un señor bajito, lo importante es que la novela te ha gustado, no pienses en quién la ha escrito”.
No les falta razón, me temo, pero tampoco es para tanto si disfrutaban “leyéndola”. Un alias, apodo, pseudónimo con “p” o seudónimo con “s” es una gran alternativa a mostrarte con tu verdadero nombre, sexo, lugar de domicilio y que te conozcan en tu propio vecindario con los riesgos que ello pueda tener en tu vida privada. Miren lo que pasa en twitter con los jueces y fiscales, que empezaron siendo seudónimos y han acabado poniendo hasta el número de su juzgado sin mayor problema. Lean si les apetece lo que ya dije sobre estas almas togadas en https://www.javierbeltranabogados.com/2020/01/11/los-jueces-tambien-tuitean/
Ergo no, no es estafa ni es delito y el daño moral realmente no existe si a Ud le encantaba leer a Carmen. No ha delinquido ni ha expresado siquiera ideas extrañas. Eso no quita el mosqueo que estoy leyendo en las redes sociales. Sus lectoras se han cabreado un poquito por el engaño y alguna librería les ha retirados los libros.
La ventaja de usar seudónimo
Escribir bajo un seudónimo te da una libertad tremenda. Imaginen que esa vecina que sale a pasear con su perro cada día con la que se cruza resulta que escribe novela erótica y que Ud tiene dos libros suyos en su habitación. ¿Cambiaría su perspectiva? ¿Esto es machismo? ¿Y si su juez-a, abogado-a, su médico, su psicólogo-a, su arquitecto-a, su casero-a, quien le pone el café cada día en su bar o quien le vende ropa en esa tienda tan chula escribe por las noches novelas de corte sadomaso, relatos románticos ñoños o de guerra salvaje y sangrienta… cambiaría Ud su percepción sobre su valía o seriedad profesional? ¿A que no le gusta oir la opinión política de un actor?
Lo va Ud pillando, entiendo. En realidad se trata de protegerse de Uds, oh, osados lectores voraces, y que les dejen vivir la vida. La ventaja de usar seudónimo.
Casos así hay muchos, y nadie se ha mosqueado. J. K. Rowling (me niego a refrescarles sus títulos y si no saben quién es tienen un problema) eligió el nombre de Robert Galbraith para sus libros de novela negra para que sus fans del mago no se liaran.
Uno de los más divertidos, por lo menos para mí, fue el caso de Elena Francis. Esta consultora sentimental fue un auténtico fenómeno sociológico durante décadas en la Deep-España. A los casi 40 años se desveló que no existía. Ante el estupor de un país y los intentos de la Radio de decir que sí, que existía, se probó que Elena no era sino un producto del “Instituto de Belleza Francis” de Barcelona. Nuestra querida Elena era un ser irreal y sus cartas las contestaban asesores, incluído un cura (recuerden la época) que imprimía un corte “conservador” sobre la mujer de la época.
La ventaja de usar seudónimo lo ha escrito Javier Beltrán-Domenech (nombre verdadero donde los haya) quien, nunca se sabe, pudiera tener o no varios libros publicados con otro nombre.
www.javierbeltran.org #carmenmola #seudonimo #vidaprivada #escritoresdelsigloXXI
P.S. Si quieren seguir leyendo, les copio de internet lo que, me ha gustado, ha dicho un tal Ricardo Antequera Parilli sobre el seudónimo:
“El derecho al seudónimo participa de la naturaleza jurídica del nombre, porque viene a ser el signo evidente de una personalidad y su usurpación comporta un delito igual a la del nombre verdadero. El seudónimo al frente de la obra responde al mismo objeto que el nombre y constituye un velo trasparente que permite mayor libertad de espíritu, que salva de ciertas consideraciones personales de índole delicadísima, que es aceptado de un modo universal como equivalente del nombre y apellido, que es susceptible de adquirir gloria y llega a ser patrimonio del autor, cuando lo ha llevado honrosamente por algún tiempo.
El seudónimo, por un lado, cumple la misión de ocultar a la persona a través de un nombre inventado o adquirido para ello, lo que se logra en algún aspecto particular de sus actividades.
La etimología de la palabra tiene afinidad conceptual con esta función: del griego «pseudo» (falso) y «ónyme» (nombre); dícese del autor que oculta con un nombre falso el suyo verdadero, como así de su obra. En la medida en que ese ocultamiento fuere lícito, y no para esconder actos reprobados por la ley u ocultar delitos cometidos, esa función también es admisible. En otros casos, el seudónimo nada oculta, sino que pone de relieve una personalidad particular del dueño; viene a ser, vinculado con su nombre civil, como otro signo de identificación personal en lo que hace a la obra. Algunos autores lo usan después de dicho nombre civil, y hasta entre paréntesis; quiere decir que también importa el fin de conseguir una denominación más ilustre y simpática.
La notoriedad que se exige del seudónimo, no es por cierto calificada de grande o muy destacada, pues basta que sea modesta, pequeña, ya de un artista, de un saltimbanqui, de un gran clérigo o de un humilde religioso”.
El derecho al seudónimo del autor está relacionado con el derecho a la paternidad (en su vertiente del derecho al anónimo), cuando el utilizado por el autor no es el conocido como “transparente” (es decir, que no arroja dudas acerca de la verdadera identidad del autor), sino “oculto”, o sea, que tiene como fin esconder su identidad. Pero el derecho al seudónimo no sólo está vinculado al derecho de paternidad del autor sobre su obra, sino que tiene un espectro mucho más amplio, en la esfera de los derechos de la personalidad, ya que ese seudónimo puede no estar relacionado con una creación intelectual, sino con una actividad artística o profesional.“
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