Al actualizar ésto a día 12 de abril de 2020, y por cómo pinta, esto se debería llamar los 3 meses que paramos el mundo.Cuando era pequeño y algo no pintaba bien (normalmente un examen de matemáticas), me encantaba decir esa frase que se atribuye al gran Groucho Marx y que dice más o menos: “que se pare el Mundo, que me bajo”. Los 15 días que paramos el Mundo.
Los 15 días que paramos el Mundo.
Un día de esos, y al soltarla en el Colegio, el tipo más inteligente del curso (en ese momento el colegio no era aún mixto) me dijo que el Mundo no se podía parar, ya que llevaba dando vueltas sobre sí mismo y sobre el sol desde toda la vida. Me explicó que la Tierra giraba de oeste a este junto al resto de planetas del Sistema Solar menos Venus (ellas son así) y que un giro completo en relación a una estrella fija duraba 24 h (exactamente 23 horas, 56 minutos y 4 segundos).
Apreté los labios, alucinado, cuando me dijo que la velocidad de rotación de la Tierra era de 1600 km/h en el ecuador y que disminuía a cero en el Polo norte y el Polo Sur.
Imaginé a un reactor llegando a los 2 match y sonreí, pero no entendí gráficamente lo de la rotación porque yo no notaba el desplazamiento bajo mis pies pero sí el ejemplo de que, si el Mundo se paraba de golpe, la inercia sería tan brutal que el océano Atlántico se volcaría sobre Portugal y España, que se partirían en dos y romperían los picos de las montañas, la totalidad de edificaciones de las ciudades y el Mundo se acabaría. Ese día crecí exponencialmente y eso me bastó para conocer de la gravedad del tema. Desde aquel momento vivo obsesionado con que el Mundo NO debe pararse.
Los 15 días que paramos el Mundo.
Hipervelocidad. Internet. Globalización y el Mundo dividido en países.
El egoísmo y la insolidaridad son tremendamente crueles. Cuando China nos contaba su problema con el coronavirus, nos reímos. Engreídos, pensamos que el Mundo es muy grande y que por muy sucios que fueran ellos nosotros tendríamos remedios. Cuando algunos países de Europa se dieron cuenta de la gravedad de la expansión del Covid19 (esto parece el inicio de un videojuego con una ciudad en ruinas y humo al fondo) ya fue tarde.
En la mayoría de países, eso de “cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar” no funciona mucho por ser ya de antiguo un principio básico en Derecho Internacional Público eso de la “no injerencia en asuntos internos de otro país”. No te metas con mis cosas y yo no me meto en las tuyas. Vamos, ¿recuerdan Chernóbil o Fukushima? Pues eso: todo lo que pueda pasar pasará pero lo gestionará sólo un país pues, de esta forma viejuna, existe una obligación de un Estado de “abstenerse a intervenir, ya sea directa o indirectamente, en los asuntos internos de otro Estado con la intención de afectar su voluntad y obtener su subordinación”.
Nuestros políticos, a los que elegimos nosotros, tienen que cambiar el chip YA y rodearse y premiar a gente que sepa lo que hace sin tener en cuenta la nacionalidad, color o creencia. Por resumirlo, las decisiones deben tomarlas organismos superiores a un Estado. El Mundo es un pañuelo, y cuando uno se resfría al otro le quedan unos días de buena salud hasta que, por ciclos, vuelva a ocurrir.
Si lo piensa bien, hoy sería el día 1 de alarma en España (medida de incompetencia absoluta, usada por miedo, de manual, y cuando no se ha sabido parar a tiempo el maldito bichito) de los 15 días que vamos a parar el Mundo. Y paramos no porque nos lo ordenen nuestros incompetentes, ineptos y temblorosos políticos, sino porque sabemos lo que tenemos que hacer. Los españoles lo hemos sabido siempre.
Los 15 días que paramos el Mundo no teníamos nada previsto.
El parón, lógicamente por la globalización, va a provocar un efecto económico, moral, social y ético demoledor, nunca visto ni estudiado, y unos y otros comenzarán a ponerse y quitarse medallas a nivel local, regional y estatal. La legislación y las leyes volverán a ir a remolque.
Ojalá haya un tipo listo que acabe con ese principio de respeto y de no intervención en otros países y que éstos, los países, se unan como en Fuenteovejuna y actúen en UNIDAD DE TIEMPO, con criterios conjuntos y colaboración entre ellos ante la mera amenaza de una pandemia.
Nunca es tarde, siempre hay tiempo de rectificar y crear esta prevención de riesgos porque, pasar, y lo sabe, va a volver a pasar.
Javier Beltrán-Domenech.
Los 15 días que paramos el Mundo.
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