Una de las cualidades que siempre relacionamos con los abogados es la seriedad, ya sea por la forma en la que visten, por el conocimiento tan exhaustivo de las leyes o bien por la distancia marcada por un lenguaje que cuesta entender al resto de los mortales. Es en ese momento en el que el cliente comienza a respetar la labor del profesional jurídico y se va estableciendo progresivamente una relación de confianza que, de forma imparable, en algunas ocasiones puede llegar a ser excesiva y rebasar la relación laboral. Es entonces cuando el abogado se convierte en el confidente del cliente pudiendo llegar a desempeñar un rol de psicólogo más que de abogado.
