Entender por qué se divorcian las parejas en España exige más que una mirada emocional o sociológica. El fenómeno, creciente y complejo, ha traspasado el ámbito privado para convertirse en una realidad jurídica constante en los juzgados de familia. A diario se abren procedimientos en los que los motivos afectivos, la desigualdad de expectativas y las diferencias de género en la vivencia del vínculo sentimental adquieren consecuencias legales complejas, especialmente cuando hay hijos menores.
Por qué se divorcian
Esta realidad ha modificado el paisaje del Derecho de Familia. No basta ya con evaluar la causa legal del divorcio —pues en nuestro sistema no se exige causa— sino que el núcleo del conflicto reside en lo que subyace: por qué se divorcian realmente, qué esperan del otro, y cómo la ley debe intervenir para ordenar lo que la vida en común ha destruido. Un desastre si se hace mal.
El desequilibrio emocional como detonante jurídico
Uno de los motivos centrales por los que se divorcia una pareja reside en la disparidad afectiva. El 65 % de las mujeres afirma sentirse insatisfecha cuando falta conexión emocional, frente a un 71 % de hombres que toleran mejor relaciones disfuncionales por miedo a la soledad o por costumbre. Este dato, aparentemente anecdótico, tiene impacto procesal directo.
La mayoría de los procedimientos de divorcio contencioso con hijos son iniciados por mujeres.
Alegan una convivencia emocionalmente insostenible, ausencia de diálogo y falta de implicación del otro progenitor. Por ello, por qué se divorcian no es solo una cuestión de intimidad, sino de configuración jurídica del conflicto: la demanda se articula sobre la ruptura del afecto como argumento suficiente para reclamar custodia, patria potestad compartida o régimen de visitas restringido.
Diferencias de género ante el fin de la relación
En la práctica se observa que el hombre suele priorizar los aspectos materiales del vínculo: vivienda, manutención, pensión compensatoria. La mujer, por el contrario, centra sus pretensiones en el bienestar emocional del menor y en garantizar un entorno estable. Esta divergencia se refleja en el objeto del proceso. Mientras uno discute cifras, la otra estructura un relato de cuidado, rutinas y dedicación exclusiva.
El resultado: una batalla procesal desequilibrada, en la que los roles tradicionales siguen presentes, aunque invertidos. A la hora de alegar, el por qué se divorcian se convierte en un juicio implícito de capacidades parentales, incluso sin pruebas objetivas. Así, las diferencias de percepción del amor y del cuidado pasan del salón al estrado.
Custodia y conflicto: la traducción legal del desacuerdo emocional
La Ley de Enjuiciamiento Civil regula los procesos de divorcio pero deja amplio margen para que el Juez valore el interés superior del menor. No busque pues no encontrará nada concreto en las leyes. No existe pues los cambios son mensuales en la vida real y las leyes no se modifican sino en décadas (siendo muy optimistas). En esa discrecionalidad se cuela la narrativa emocional. El progenitor que mejor construye un relato de protección y afecto suele obtener ventajas procesales, a menudo sin pruebas sólidas. Diga Ud que su ex es, por ejemplo, consumidor de algo prohibido, sin prueba alguna, y el día del juicio ya se le dará por convicto y confeso. Como se lo digo.
En este contexto, por qué se divorcian las parejas deja de ser una cuestión personal para convertirse en el eje de una disputa sobre quién es mejor cuidador. Las Audiencias Provinciales han establecido criterios objetivos (informe psicosocial, arraigo del menor, disponibilidad horaria), pero los Tribunales siguen muy influidos por el discurso emocional.
La custodia compartida, si bien es preferente en la jurisprudencia del Tribunal Supremo, aún se concede en menos del 40 % de los casos. Los jueces valoran no solo la capacidad parental, sino también la colaboración entre progenitores. Y es precisamente ahí donde las razones del divorcio —lo no dicho, lo no sanado— influyen negativamente.
La ley ante la ruptura emocional: ¿basta con la neutralidad?
La ley española parte del principio de que no se necesita causa para divorciarse. Sin embargo, el procedimiento sí se estructura en torno a las consecuencias de esa causa invisible. Cuando se analiza por qué se divorcian las parejas, emerge un desequilibrio estructural: la ley no protege las emociones, pero las emociones afectan al derecho.
Por ello, es esencial un correcto asesoramiento jurídico desde el inicio. Un abogado especializado no solo debe redactar demandas y defender intereses económicos, sino también traducir lo emocional en argumentos procesales sólidos. Saber cómo presentar los hechos, cómo acreditar la implicación en la crianza, cómo evitar el uso instrumental de los hijos, es hoy más relevante que nunca.
Por qué se divorcian las parejas no es una pregunta banal. Es la clave para comprender el conflicto, anticipar las peticiones judiciales y preparar una defensa eficaz. La tendencia al alza de divorcios con hijos menores exige juristas con sensibilidad y técnica, capaces de equilibrar derecho y emoción, normas y humanidad.
Como afirmó un magistrado: “Las familias no se rompen en el juzgado, se rompen en la mesa del comedor. El Derecho solo recoge los restos del naufragio.”
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Javier Beltrán-Domenech (Perfil en LinkedIn) es abogado especializado en Derecho Procesal y Derecho Civil. Javier Beltrán Abogados Alicante.
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