Ya nadie piropea a nadie en la calle. El Código Penal se ha puesto un poco tiquismiquis, dice una letrada amiga. Y no digo yo que los albañiles del andamio se pasaban cuatro pueblos (ahora sólo miran) pero a veces proferían avezados piropos sin mala intención que podrían alegrarte la mañana. Como la sociedad ya está en estado terminal, el hedonismo campa por sus respetos y nadie lee ni a Góngora ni a Becquer, el fenómeno particularmente intrigante es el de la expresión de admiración o atracción hacia individuos guapos, macizos y mazados, a través de plataformas digitales como Instagram, en contraposición a las interacciones cara a cara en la calle. Antes incluso oías un silbido tipo Fiuuuu fiuuuuuu y ya estaba. Ahora es simple como el mecanismo de un botijo.
Fiuuuu fiuuuuuu
Qué dura es la dualidad existente entre lo que se percibe como un cumplido en el entorno digital y cómo el mismo comportamiento puede interpretarse de manera diferente en el espacio físico, especialmente cuando se cruzan los límites del acoso. La palabra clave es “incongruencia“: las normas sociales y legales se aplican de manera dispar en contextos digitales y reales. La incongruencia se manifiesta claramente en la situación donde un individuo, que libremente publica imágenes en un minibikini, o él con un tanga, en una red social, recibiendo y agradeciendo cumplidos salvajes y subidos de tono, podría reaccionar de manera adversa si recibiera un elogio similar si le reconocen por la calle.
Fiuuuu fiuuuuuu
Este escenario plantea interrogantes sobre la percepción de los límites personales y la aceptabilidad social de ciertos comentarios. Desde la perspectiva del Derecho español es fundamental diferenciar entre un cumplido y un comportamiento que podría considerarse acoso. El Código Penal establece como delito leve el acoso ocasional o esporádico, que sin llegar a constituir un hostigamiento, supone una intromisión en la libertad de otra persona. La línea que separa un elogio de una conducta punible es, en muchos casos, difusa y sujeta a interpretación personal y legal.
Fiuuuu fiuuuuuu
La incongruencia se agudiza por la naturaleza pública de las redes sociales. Al compartir contenido en plataformas digitales para recibir comentarios de forma expresa se invita (se incita) implícitamente a otros a interactuar. Sin embargo, esta interacción está mediada por las normas de la plataforma y la percepción individual de lo que es aceptable. En contraste, el espacio público físico se rige por normas sociales más tradicionales y, en ocasiones, por una mayor expectativa de privacidad y respeto hacia el espacio personal.
Esta dualidad se complica aún más por el concepto de consentimiento implícito. En el entorno digital, dar “like” o comentar positivamente en una foto puede ser visto como un acto de admiración aceptado e incluso esperado. En cambio, expresar un cumplido en persona, sin un consentimiento explícito previo, puede ser percibido como invasivo o inapropiado. La incongruencia radica en la interpretación variable del consentimiento en diferentes contextos.
La ironía de esta situación no escapa a la observación crítica. En un mundo ideal, la coherencia entre nuestras interacciones en línea y fuera de línea reflejaría un entendimiento compartido de los límites y el respeto mutuo. Sin embargo, la realidad es que las normas sociales evolucionan a un ritmo desigual, creando zonas grises que desafían nuestra capacidad para navegar por las complejidades de las relaciones humanas en la era digital.
Fiuuuu fiuuuuuu
En nuestro Despacho, entendemos que la solución para estas incongruencias no es simple, pero estamos comprometidos a explorar todas las vías legales para proteger los derechos y la dignidad de los individuos, tanto en el espacio digital como en el físico. Si se encuentra navegando por estas aguas turbulentas, le invitamos a consultarnos, pidiendo cita previa, presencial, telefónica o por videoconferencia en el teléfono 966171294 o enviando un mensaje al Whatsapp 628425987.
“La complejidad de las interacciones humanas en la era digital demanda una nueva comprensión de los límites personales y sociales”.
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