Hace sólo unas décadas desde pequeños nos enseñaban que el esfuerzo académico y profesional era la clave del éxito. “Estudia, trabaja duro, ahorra y construirás una vida digna”, nos decían. Y, con esas expectativas pensábamos en trabajos como cirujano, policía, astronauta o futbolista. Pero ¿alguien alguna vez escuchó a un adolescente decir: “Yo de mayor quiero meterme en política”? Difícilmente. Pero los tiempos han cambiado. Métete en política.
MÉTETE EN POLÍTICA
PARTE 1 DE 2
La política: el negocio más rentable en 2024
En España, y en muchas partes del mundo, la política se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos. Ya no se trata sólo de mérito académico o profesional, sino de lealtades y redes clientelistas. Lo que antes era un proceso de formación y esfuerzo (Francia tiene una carrera específica) ahora queda en segundo plano. Se ha sustituido por la adhesión ciega a las directrices del partido. Lo vemos en cómo los diputados votan sin cuestionar las órdenes de sus líderes, sin importarles las consecuencias a largo plazo para el país. O acaso uno va a perder su sueldazo por decirle que no a su “líder”. Menos mal que hay excepciones, dentro de esta pléyade de inconsistentes, que mantienen a flote el sistema. Suelen ser técnicos y profesionales de cierta cualificación que entran en la política por motivos personales o realmente vocacionales. Pero son raras avis.
Métete en política.
La falta de preparación de muchos de nuestros representantes es alarmante. Muchos de los que ocupan cargos públicos no destacan precisamente por su formación académica. Si bien algunos han completado la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) o el bachillerato, pocos han sobresalido en el ámbito académico. Las carreras universitarias, cuando las hay, rara vez se complementan con oposiciones, másteres o doctorados que realmente les capaciten para su labor en el servicio público.
Los salarios desproporcionados en el mundo político
Sin haber pasado por los duros procesos de selección que enfrentan millones de españoles, muchos políticos acceden a salarios que superan con creces el promedio. La mayoría proviene de trabajos con ingresos que rondaban entre los 1.200 y 2.000 euros mensuales. Pero tras ingresar en la política, sus salarios base se disparan y con todos los “extras” a más de 60.000 euros anuales. Aquellos que logran ascender dentro del partido llegan a percibir sumas cercanas a los 90.000 euros anuales, sin contar con las múltiples ventajas adicionales que expondré en la parte 2 de este artículo.
Y no olvidemos a los “elefantes políticos”, que son enviados a Europa antes de retirarse. En esos cargos internacionales, sus salarios son tan elevados que apenas requieren un vistazo. Tras pocos años en estos puestos ya pueden jubilarse cómodamente.
Beneficios y privilegios que escapan al ciudadano común
El sueldo de un político no se limita a su salario base. También incluyen dietas exentas de impuestos por desplazamientos, residencias, intervenciones en plenos, mociones y otras actividades parlamentarias. Estos beneficios se suman a las dobles o triples pagas extraordinarias y complementos por prácticamente cualquier motivo. Y lo más indignante es que estos privilegios se otorgan sin pasar por un proceso de selección competitivo o transparente. No se han sometido a exámenes, ni oposiciones; solo han demostrado lealtad a su líder. Métete en política.
Estos políticos, en cuestión de pocos años, logran adquirir propiedades que jamás habrían podido permitirse con sus salarios anteriores. Y si caen en desgracia, ya sea por escándalos judiciales o mediáticos, rara vez pierden su patrimonio. El sistema jurídico tiende a ser extremadamente indulgente con los que pertenecen a este selecto grupo. Métete en política.
La impunidad electoral y la falta de transparencia
Uno de los pilares que sostiene este lucrativo negocio es la impunidad electoral. Los políticos no están verdaderamente sujetos a la voluntad del pueblo, ya que no responden directamente ante los ciudadanos. ¿Ud. ha votado alguna vez a una persona que ha querido? Casi nunca, ya que las listas son realizadas por las élites de los partidos y eligen a los más “antiguos” y “leales”, lo que les permite blindarse ante cualquier crítica o reproche público. Tampoco deben preocuparse demasiado por la prensa, ya que muchos medios de comunicación dependen de las subvenciones otorgadas por los mismos partidos. De este modo, se perpetúa una cadena de favores que deja a la ciudadanía fuera de la ecuación. Al final, es el contribuyente quien financia este sistema corrupto. El ciudadano común, que confía en la democracia y en las instituciones, es el que sostiene los sueldos y privilegios de esta élite política.
¿Qué podemos hacer?
A pesar de esta desalentadora realidad, la solución no está en rendirse. Si bien la política se ha mercantilizado, es necesario luchar por una política más justa, transparente y equitativa. La esperanza en una democracia plena no debe perderse. Debemos exigir que quienes gestionen el poder lo hagan con responsabilidad y mérito, igual que cualquier ciudadano trabajador. Podríamos empezar con pedir listas abiertas de candidatos, y acotar salarios más en base a beneficios (comida, habitación, colegios y libros pagados a su familia) que a dinerito físico.
Métete en política
Porque si el negocio más rentable sigue siendo la política, solo nos queda demandar que se maneje con el mismo esfuerzo y dedicación que cualquier otro empleo. Métete en política y cambia las cosas desde dentro. Solo así podremos evitar que este sistema colapse.
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