La incorporación de herramientas como ChatGPT o Grok en la práctica jurídica ha abierto un nuevo escenario para abogados, fiscales y jueces repleto de ventajas y, también, de serias amenazas. La culpa es nuestra, como siempre, pues nadie nos ha dado manual de instrucciones. Debiera usarse como un avezado pasante pero lo hemos aupado a experto jurista. Uno de los retos más significativos de los peligros de la inteligencia artificial es su propia interpretación para complacer al usuario, y esto puede ser como un cuento de terror, peor de lo que imaginan.
Inteligencia artificial e interpretación jurídica
En un contexto donde el derecho se fundamenta en la certeza, la fiabilidad de las fuentes jurídicas es innegociable. Estos sistemas, aunque útiles en tareas automatizadas (borda la liquidación de gananciales y el cálculo de intereses, ipc, etc) no han sido diseñados para asumir funciones interpretativas, ni mucho menos para sustituir el criterio profesional de jueces y abogados. El riesgo de caer en errores de gran calado se incrementa cuando los operadores jurídicos delegan en estos modelos funciones tan sensibles como el análisis jurisprudencial. ¿Qué implica delegar en la IA la interpretación jurídica? ¿Gana lo de Iura novit curia si le estás dando sentencias que no son reales?
Inteligencia artificial e interpretación jurídica
Uno de los peligros de la inteligencia artificial en la interpretación jurídica más relevante es su capacidad para generar contenido verosímil pero carente de soporte normativo o jurisprudencial real. La IA generativa no accede a bases de datos oficiales (aunque diga que sí en modo profundo) ni contrasta sus afirmaciones con criterios doctrinales consolidados. Simplemente ofrece una «respuesta plausible», basada en patrones de lenguaje, sin verificación. Eso sí, es perfecta al caso que le estás preguntando.
Esta dinámica pone en riesgo procedimientos completos. Estoy viendo casos en los que abogados, confiando en estas herramientas, han incorporado a sus escritos referencias a sentencias inexistentes, atribuidas falsamente al Tribunal Supremo. Esta confusión no solo desacredita al buen profesional, sino que puede causar un daño irreparable al cliente, comprometiendo los derechos de las partes. Por tanto, cuando se trata de interpretación del derecho, el uso de estas tecnologías debe ser extremadamente cauteloso. El criterio humano es insustituible.
Jurisprudencia ficticia: una amenaza real
La proliferación de contenidos jurídicos ficticios es una derivada especialmente preocupante. En efecto, los peligros de la inteligencia artificial en la interpretación jurídica se manifiestan con claridad en la creación de una «jurisprudencia paralela». Sentencias con número de autos inventados, fundamentos de derecho inexistentes y argumentaciones sin base legal, son generadas con una estructura aparentemente coherente. Ojo, que cuando la IA se cuele el propio TS se quedará impresionado pues con la IA el retraso de cinco años se reduciría a escasos 5 meses.
Esto resulta alarmante, ya que muchas veces ni siquiera los profesionales con experiencia logran identificar rápidamente si se trata de resoluciones reales o no. En consecuencia, podrían incorporarse al debate jurídico fundamentos absolutamente falsos, distorsionando el desarrollo del proceso. Pero, repito, con todo el sentido.
Las consecuencias pueden ser devastadoras: resoluciones erróneas, condenas injustas, recursos mal fundados o errores procesales que derivan en responsabilidad civil, disciplinaria o penal para el abogado. Me pregunto, y esto es importante ¿Qué pasará cuando nadie revise nada y se usen dichas resoluciones falsas creando jurisprudencia ficticia? En realidad, si tiene sentido al caso sería utilizable, ¿o no?
Responsabilidad del abogado ante el uso de IA
Otro de los peligros de la inteligencia artificial en la interpretación jurídica radica en la falsa percepción de que la IA puede sustituir la diligencia del profesional. El Estatuto General de la Abogacía Española exige al letrado contrastar sus fuentes y actuar con lealtad, integridad y responsabilidad. Inteligencia artificial e interpretación jurídica.
El uso negligente de la IA, sin cotejo con bases de datos oficiales como el CENDOJ y otras empresas privadas (no haré yo publicidad pero me encanta vlex) puede acarrear consecuencias disciplinarias graves. No es admisible alegar que fue la inteligencia artificial la que generó el error. El abogado sigue siendo responsable del contenido de sus escritos y de la fiabilidad de las fuentes invocadas. Pero… ¿y si logran engañar a estas bases de datos? Suena ficción, ¿verdad? Además, nos cubrimos la espalda siempre con el 231 y el 243 (omito más datos pues a buen entendedor le sobran palabras) Diremos, como Paulina, que todo esto fue un error.
En este sentido, el uso de estas herramientas debe limitarse a funciones auxiliares: organización documental, búsqueda de tendencias, redacción preliminar o análisis léxico, cálculos, bases, esquemas. En ningún caso deben sustituir al análisis jurídico directo.
Inteligencia artificial e interpretación jurídica
Los colegios de abogados, universidades y órganos jurisdiccionales tienen la obligación de afrontar con urgencia este debate. Se debe formar a los futuros juristas en el uso ético, responsable y seguro de estas tecnologías. Asimismo, resulta imprescindible que se emitan protocolos claros sobre cuándo y cómo puede utilizarse la inteligencia artificial en el trabajo jurídico.
Prohibir el uso de IA sería un error. Pero permitir su aplicación sin límites ni control puede llevar al colapso del sistema de garantías procesales. El equilibrio debe estar en su uso responsable, siempre contrastado y subordinado al juicio humano.
La abogacía exige sabiduría legal y prudencia digital.
A diferencia del lenguaje literario o periodístico, el discurso jurídico exige exactitud. En derecho, una coma puede cambiar el sentido de una cláusula; una fecha errónea puede provocar la caducidad de un derecho; y una sentencia falsa puede generar una nulidad insalvable.
Los peligros de la inteligencia artificial en la interpretación jurídica no se basan en una falta de capacidad técnica, sino en su inadecuación estructural para operar en un entorno normativo. El derecho no es un juego de probabilidades, sino un sistema de normas, precedentes y principios. La inteligencia artificial no puede ni debe sustituir la función interpretativa que corresponde al jurista.
Como reflexión final, recordemos que, en palabras del jurista alemán Rudolf von Ihering: «La lucha por el Derecho es un deber del ciudadano como lo es la defensa de la patria.» Y esa lucha hoy exige también discernimiento tecnológico.
En nuestro despacho, comprendemos los retos que plantea la inteligencia artificial en la práctica jurídica. Si Ud. tiene dudas sobre cómo abordar su caso con garantías jurídicas reales, podemos ofrecerle una consulta profesional —presencial, telefónica o por videollamada— de media hora o una hora. Llámenos al teléfono 966171294 o envíe un mensaje al Whatsapp 628425987.
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Javier Beltrán-Domenech es abogado especializado en Derecho Procesal y Derecho Civil. Javier Beltrán Abogados Alicante.
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