La historia del pica-pleitos.
Si aún no lo conoce, al pica-pleitos, digo, huya como de la peste bubónica si lo encuentra.
Se lo describiré para que no dude, si con tal ave de rapiña se troba, poner pies en polvorosa.
Le diré que al principio nunca está solo, sino mal acompañado, no viste limpio ni desaliñado, y que lo verá de día o de noche en eventos al aire, bares, y gastro bares donde víctimas como Ud van a conocer, sin que Ud lo supiera antes, que su actual abogado (al que no conoce) y su proceso judicial (del que nada sabe) están “mal llevados” pues “no es normal que un pleito dure tanto” ni razonable que “no se conozca a nadie en el Juzgado”.
Alguno de tales especímenes incluso dirán que su actual letrado mantiene una pésima reputación en su corta retina de miras y que “si él le contara… la tierra temblaría”. Le creará la duda, le hará pensar con sudor frío… ¿de verdad le he dado mi caso a ese abogado que me pareció tan bueno? Pues… “ahora ya no lo quiero, y lo cambio”: ¡dele Ud la venia, letrado!. La indigestión llegará luego, no- tenga- duda- alma- de- cántaro, cuando le cuente el resultado.
Para la famosa enciclopedia, un picapleitos “es un abogado malo, indocto o poco entregado, que o no actúa ni prosigue los pleitos y que por ello posee mala reputación. Sus sinónimos, con igual cuño despectivo o peyorativo, son leguleyo, rábula o abogado de secano.”
En nuestro rico vocabulario, el español, la palabra es compuesta (pica-pleitos) y es aquel que no profundiza en ningún pleito a causa de su ignorancia o temor a perderlo o a meter la pata, y que se limita a empezarlo y a dar largas como charlatán a los clientes hasta que le viene otro, en que hace lo mismo: hacer como que hace.
He conocido a unos cuantos, urracas me gusta llamarlos, y sepan que les va el “quítate-tú-para-ponerme-yo”; el “ese abogado no vale nada y deberías cambiarlo ya”; el “eso te lo gano yo en menos de seis meses” para lograr obtener lo más preciado que Ud en este momento posee: su pleito ya iniciado. Con ello, como es lógico, no deberá interponer demanda o reclamación, pues ya está hecha y además él no sabe hacerla. Seguirá con su procurador, pues le dirá con sorna que ¿para qué cambiarlo, para crearle más gasto? No dudará en reducir sus honorarios aún más de lo que no le sirva ni para comer para que Ud le entregue tan preciada carpeta de folios, y no defenderá que el primer letrado haya o no cobrado, pues una vez conseguido, su causa quedará desprovista de todo interés.
Si gana, será el mejor abogado, el que enderezó como entrenador una temporada perdida y aciaga… pero si pierde, y es muy probable si manejar la nave no sabe, que “el anterior fue el mal letrado”, que “el pleito ya estaba avocado al fracaso”… Se quedará con el nido que ya ocupó el pájaro-cuco, y ni sabrá porqué lo ha robado, pues obtener el cliente con pleito ya iniciado es el riesgo que …a Ud se le habrá atragantado.
Disculpen tanta rima, imagino es comienzo de año y los vocablos me invaden frescos.
En cuanto a la foto, no estoy de acuerdo si bien la pongo. Creo que se sigue el Principio de Pareto: el 20 % de los abogados, sólo este porcentaje, dan al 80 % restante el mal nombre con que a veces se les tilda. Y no es justo. ¡Y protesto!
Javier Beltrán Domenech.
Estimado compañero
Muy ilustrativo el artículo. Ahora bien, pienso que las personas a las que describes, surgen de la ansiada, fomentada y respaldada “libre competencia” , percibida como la panacea donde cualquier servicio se puede conseguir a coste económico por una regulación natural de precios basada en la ley de oferta- demanda.
Ah¡, sin olvidar la proliferación de facultades de derecho, profesionales o nuevas figuras que también se introducen en el ámbito del “Derecho” y otros a los que el propio legislador, con las reformas de Ley amplia su prestación de servicios a un campo de trabajo que anteriormente correspondía a los abogados.
Totalmente de acuerdo con Ud!