Abogado y cliente

Cuando hablamos de despachos de abogados es inevitable que a nuestra mente vengan imágenes de series de televisión tan populares como “Suits”, “How to get away with murder” o “The good wife”. Podríamos contarles casos similares cuando la realidad supera con creces a la ficción de estas series y se pueden a llegar a producir situaciones inverosímiles también entre abogado y cliente.

Abogado y cliente

Para poder llegar a comprender el funcionamiento de un despacho de abogados debemos de explicarles aspectos básicos de los, como mínimo, dos sujetos que intervienen en esta relación jurídica, psicológica e interpersonal que ocurre entre abogado y cliente.
El abogado.

Una de las cualidades que siempre relacionamos con los abogados es la seriedad, ya sea por la forma en la que visten, por el conocimiento tan exhaustivo de las leyes o bien por la distancia marcada por un lenguaje que cuesta entender al resto de los mortales. Es en ese momento en el que el cliente comienza a respetar la labor del profesional jurídico y se va estableciendo progresivamente una relación de confianza que, de forma imparable, en algunas ocasiones puede llegar a ser excesiva y rebasar la relación laboral. Es entonces cuando el abogado se convierte en el confidente del cliente pudiendo llegar a desempeñar un rol de psicólogo más que de abogado.

Abogado y cliente

 

El abogado. Debe de saber muy bien en qué momento limitar la empatía hacía el cliente y que éste no le haga partícipe de sus problemas de tal forma que se los llegue a transferir y se asuman como propios o compartidos con el abogado. Por ello la frialdad o distancia que encontramos con el abogado tiene como objetivo interponer límites para no desvirtuar sus verdaderas funciones. ¿O acaso quiere un abogado que llore y sufra con Ud?

Otra de las cualidades que el cliente siempre busca en un abogado es la constancia y la dedicación a su caso y qué éste no le suelte de la mano durante todo el tiempo que se prolongue el procedimiento jurídico. Tanto llega a durar la dedicación del profesional que, incluso una vez zanjado el asunto, el cliente siempre vuelve, ya sea para otro problema, porque necesita cierto asesoramiento o simplemente para ver y contarle qué es de su vida después de todo lo vivido entre abogado y cliente.

Por eso, es muy importante enfocar la relación que el abogado mantiene con el cliente mientras dure éste nexo con la responsabilidad que conlleva. Requiere capacidad de adaptación a cada tipo de clientes detectando y analizando las diversas necesidades de cada uno de ellos, pero creando un criterio homogéneo de trato. Ningún cliente es igual ni los casos son iguales. Nunca.

Abogado y cliente

El cliente. Cuando un cliente llama o acude a un despacho de abogados es porque tiene un problema y por ello se encuentra obcecado en él y sólo va hablar de ello. Muy pocas veces se viene para prevenir algo, sino sólo para resolver. Busca a un “solucionador de problemas”, a una persona que sea capaz de acabar con ese lío jurídico del que no puede salir él o ella sólo.

Abogado y cliente
Abogado y cliente

Durante ese tiempo, cualquier cambio o giro inesperado que ocurra, el cliente va a acudir, llamar o enviar mensaje, inmediatamente, a su abogado y no va a realizar ningún tipo de actuación sin tener su autorización o consentimiento. Se crea así una relación de dependencia no solo jurídica sino de carácter personal, que deriva, si no se tiene experiencia, en un arma de doble filo.

Por un lado, se crea tal relación de confianza y dependencia con su letrado que le llega hacer partícipe de otros detalles de su vida obviando el objetivo común que tiene. El cliente siempre verá a su abogado como un héroe cuando las cosas están yendo como se planeaban y éste siempre mostrará gratitud durante toda la vida si resuelven ese problema juntos.

Abogado y cliente

Pero por otro lado, ¿qué es lo que ocurre cuando las circunstancias se tuercen y todo no va como estaba previsto? Es ahí donde radica la verdadera dificultad y esa imagen del salvador del abogado se va transformando en su detrimento por haber gastado su tiempo y dinero sin haber obtenido los resultados esperados. Ya no lo valora, ni lo ensalza, sino que lo critica y lo casi casi insulta. Ya no se valoran los recursos invertidos, el tiempo, reuniones, llamadas, ni las visitas al juzgado. Mucho menos el estudio o los años de experiencia.

Un abogado con experiencia debe controlar esa relación bilateral y, remando los dos en una dirección, se trata de lograr un único objetivo y de la forma menos dañina y más rápida posible. Sin exprimirse, sin cansarse, sin faltarse el respeto, ya que en este caso, cuando por alguna de las partes se pierde la confianza, lo mejor es cambiar de abogado o, como decimos, cambiar de cliente por ser lo mejor para ambos.

Lola Sánchez Rubio.

www.javierbeltranabogados.com

Javier Beltrán-Domenech
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