Guardar un Secreto

GUARDAR UN SECRETO

GUARDAR UN SECRETO

Pocas cosas son tan fáciles de decir, y difíciles de cumplir, como que alguien le va a guardar un secreto.

Por Javier Beltrán-Domenech.

Y si bien proteger un secreto es la cosa más fácil del mundo, tan sencillo como no diciéndoselo a nadie, contarlo igualmente es sencillo, pues o bien le pueden las ganas, es Ud. un boca-trapa o un descerebrado (y no lo sabe), o pensará que al que se lo cuenta también, como Ud., guardará el secreto. Por ello se llama secreto a voces y al final es público.

Guardar un secreto. No confundamos, y vamos entrando en materia, guardar un secreto con alardear de un suceso extraordinario. En esta tremenda tesitura se hallaba el náufrago de aquel chiste que estaba en una isla con ese pedazo de supermodelo con la que se había liado (llevaban medio año solos sin ser rescatados tras un naufragio y el roce hizo el cariño) y le pidió por favor que le dejara pintarle un bigote para contarle, llamándola como a su mejor amigo, que se estaba acostando con ella.

No es que tenga o no gracia, es que es la naturaleza de muchos seres humanos, que sólo disfrutan si lo cuentan…

Y es que sólo existe un secreto: el que guardamos con nosotros y nadie más sabe. Si lo contamos, ya no es un secreto…y esto, bien entendido, da mucho de sí. Primero, porque no deberíamos contarlo si es secreto, y segundo, porque al que se lo contemos deberá ser fiel guardián. La “cadena de custodia”, sin embargo, se diluye, dilata, y el secreto muchas veces se hace público.

Secreto bajo llave
Secreto bajo llave

¿Por qué se cuentan los secretos? Básicamente son tres motivos: dinero, necesidad emocional y uso en contra de terceros. Claro que a veces se mezclan.

GUARDAR UN SECRETO

¿A quién contarle un secreto en los términos que le hablo? Pues a un confesor, principalmente. Pero también a los abogados, notarios, economistas, a los médicos, a los funcionarios de cierta clase. Solemos guardarlos bien pues las leyes nos imponen muchas obligaciones, plazos, requisitos, y algún que otro derecho. Más que nada, y sobre el resto de obligaciones, tenemos el deber de guardar secreto de “todos los hechos o noticias que conozcamos por razón de cualquiera de las modalidades de nuestra actuación profesional”. Así, a las sillas o sillones donde Ud. sienta a vernos y nos cuenta sus asuntos les llamamos “confidentes”. Cuando entran en mi despacho, les explico con las manos que este espacio es secreto tanto por lo que Ud. me cuenta como por lo que yo le cuento.

Los abogados, reunidos en León ya en 1970, y como suelen hacer con todo, regularon su propia definición del secreto profesional. Atención porque no tiene desperdicio: “principio moral y jurídico que constituye al Abogado en la obligación y en el derecho ineludible de no revelar ningún hecho ni dar a conocer ningún documento de los que hubiere tenido noticia por razón de ejercicio de su profesión, por pertenecer a la Junta de Gobierno o al Consejo General y aquellos otros de los que tenga conocimiento como asociado, colaborador o pasante de un compañero.»

Igualmente, tenemos que guardar secreto de las comunicaciones que otros abogados mantienen con nosotros cuando evidentemente sean de contenido personal entre abogados. ¿Se imaginan contarle al cliente los posibles pactos iniciales que mascullas con el abogado contrario cuando su nivel de beligerancia, el del cliente, es extremo? Lamentablemente, un 20% de abogados ejercientes en España no son abogados de vocación, sino funambulistas que de forma circunstancial pasan por la colegiación y luego, ya que están, viven del tema. Cuando a éstos se les pilla revelando un secreto, o se les habla del Código Deontológico de la Abogacía española y del Código Deontológico de los Abogados de la Comunidad Europea, miran al techo. No citaré texto alguno (en mis correos lo añado) a ver si los leen.

Un buen abogado sabrá guardar las “armas secretas” de lo que Ud. le cuente, qué aportar, y qué no, como documento, a un juicio. Igualmente, deberá defenderle cuando el contrario aporte documentos obtenidos ilícitamente y presentar denuncia por descubrimiento y revelación de secretos…a veces incluso contra el letrado contrario que, a sabiendas, los ha aportado.

¿Quiere no tener que contar secretos? No haga nada… pero no hacer nada es no haber vivido, y sólo hay una vida…

Por Javier Beltrán-Domenech
www.javierbeltranabogados.com
www.divorcios-alicante.es
www.herencias-alicante.es

Javier Beltrán-Domenech
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